jueves, 5 de febrero de 2009

Diosa Ambarina

Fue ayer, que nos reunimos, que la tarde como diosa se plasmó en nuestra mirada. cuando llegué ya estaba ahí Yasmín, la mujer que desde su nombre la dirige a Dios, y otra mujer(cita) que recién conozco, cuya fé aún se encuentra en la antigua iglesia. luego, en minutos, mientras nosotras, gracias a un artificio médico, aprovechabamos y nos desencantabamos de nuestra falsas creencias sobre nuestra robusta salud y comprobabamos estar intoxicadas de esa bestia oleosa que nos acecha con la comida, terminaron por llegar la madre y su hija, pequeña y gracil, la que saldría debiendo números al artefacto este; algo así como un medidor de colesterol (no otra cosa que grasa). Juntas ya y entre algunos incidentes,como el del auto que nos ofrecia llevarnos por s/8, menos de los s/10 que yo pretendí, al acercarme rauda confundida por el oído. que quedó en un par de risas ya dentro del auto y en que yo debo S/2 al viento; partimos y llegamos desde miraflores a nuestro destino (chorrillos) iendo por todo el malecón,vía que los une y embelesa con el mar y el sol a esa horas justo a mitad de horizonte. Estuvimos tan temprano, casi contraciendo las tradiciones que nos permite nuestro "generoso" país y ya en la puerta del lugar, al que aprecie como una "fábrica limpia", tocamos el timbre que inmediatamente resonó con un sonido estridente y ocioso,que a estas alturas aturdía, el sonido común en la natividad. Antes que nos abrieran, llegaron unas chicas más que se nos unieron y entonces nos recibió un caballero y un joven que hablaba delatando su acento mexicano. La entrada nos enfrentó con esculturas de metal y soldadura de formas diversas, todas de líneas rectas enfrentadas, de las cuales reconocí una que en formato pequeño reproduce la que se exhibe en el cruce de salaverry y pershing, rodeada de banderas; por el cual transito todos los días en que me dirigo a la universidad. La idea que no acertaba a descifrar en la cabeza, mientras subíamos la escalera y llegabamos a un despacho que parecía flotar como una isla,llena de libros como lo fuera uno usual, hasta que al mirar por el ventanal interior aparecían a la vista, aclarando la idea que rondaba,un amplio almacén lleno de un cúmulo de artefactos y herramientas, pulidores, taladros, martillos, y llaves y mas llaves en repisas desde el piso inferior. Aguarde y calmaba la emoción interior mientras nuestra visita duraba y se nos enseñaba el proyecto que requeria nuestras manos y movimientos para simular vida a paredes, telas y cosas así alcance a distinguir en los instantes claros. No mucho después nos despedímos del joven y devolvimos nuestros pasos por la escalera hasta la salida dirigidas por el hombre adulto amable delante, al que no resistí en comunicar y preguntar acerca de mi descubrimiento y cuya respuesta me llevo a relacionar los países, las telas flameantes del cruce, su identidad e integración, el motivo de aquella obra. Al salir por supuesto me sentí entusiasmada de haber conocido a Ricardo Roca Rey y claro también algo divertida por la comparación con un ciervo que hiciese de su creación, por lo visto lo ocurrido resultó para ambos fruto de un imprevisto. Nuestra misión ya terminada y la tarde joven en camino de la madurez nos alejó de aquella costa coronada por la gran cruz blanca, nos devolvió a miraflores a caminar, a recorrer una muestra de su centro cultural, más mujeres y la maternidad al frente. Luego el camino, Larco, nos condujo al malecón, la cruz ahora al fin de la visión, después el parque del amor nos recibió con otra escultura, esta vez enorme, de Victor Delfín. Allí nos despidio Yasmín, mientras la mujercita nos había dejado en el regreso. Así al fin quede con la madre y la pequeña y juntas terminamos por recorrer un trecho perpendicular a la línea del sol que completaba su caída en un tiempo liviano. Antes que desaparezca por completo nos detuvimos frente al horizonte y esta vez, con la vista fija, dejé de ver al sol ocultarse,como siempre, ahora observaba al mar batirse por acogerlo y esconderlo en una caricia que finalmente desprendió del astro brillante un guiño que me develó su complicidad.